a) Indagar en las características del vínculo contemporáneo entre filosofía y biología, tanto desde la perspectiva de la filosofía de las ciencias como desde un naturalismo filosófico, con especial atención sobre la cuestión de cómo el trabajo filosófico puede volverse relevante para diversas problemáticas socialmente importantes.
b) Esclarecer y precisar las implicancias de una perspectiva naturalista post-darwiniana en la filosofía, tanto a nivel teórico como práctico.
No hay filósofo ni científico que haya logrado plasmar con tanta claridad, elocuencia y efectividad el quiebre extremo que existe entre el mundo que hoy habitamos y el mundo en el que habitaban científicos y filósofos antes del siglo XIX, como Charles Darwin. Pero entonces, ¿cómo se entiende que Charles Darwin, uno de los filósofos más importantes de los últimos dos siglos, no forme parte de las currículas de filosofía?
En esta presentación no pretendo argumentar a favor de la importancia de la influencia de Darwin sobre filósofos específicos. Tampoco es mi interés detenerme sobre las reflexiones filosóficas de Darwin, es decir, sobre lo que Darwin consideraba respecto a cuestiones que hoy consideraríamos filosóficas –como veremos, las ideas de Darwin son filosóficas–. Finalmente, no es mi intención argumentar a favor del darwinismo, a través de las innumerables y heterogéneas evidencias a su favor. Las disputas darwinianas ya hace tiempo que fueron saldadas. El objetivo es mostrar como el darwinismo ha pasado a formar parte constitutiva de la forma en que percibimos la realidad, como personas, científicos y filósofos, de un modo no siempre reconocido, como suele ocurrir con las influencias más profundas y ubicuas.
Si bien la biología no suele ser vista como una ciencia que pueda realizar aportes relevantes en el terreno de las ciencias sociales, mucho menos se la admite en el ámbito de la filosofía práctica. Contra esta última postura, sostendré que abordar problemas metaéticos, éticos y políticos desde una perspectiva evolutiva no sólo no resulta falaz, sino que da lugar a respuestas consistentes y sólidas a estos problemas.
En el plano metaético defenderé, en primer lugar, una concepción naturalista, no-realista, apoyada en una psicología neo-humeana biológicamente informada. En segundo lugar, presentaré una concepción acerca del carácter que cabe atribuir a los juicios normativos, una vez que tomamos en consideración el papel de la selección natural y las restricciones a la adaptación. Desde tal enfoque metaético, mostraré cómo pueden abordarse problemas éticos como el de la “debilidad de la voluntad”, y problemas políticos como el de la justicia distributiva.
El feminismo, en sus dos vertientes académica y política-militante, es uno de los hechos distintivos de nuestro tiempo. En el terreno de las ciencias, tanto la crítica feminista de la ciencia hecha por especialistas de las distintas áreas, como la emergencia de la epistemología feminista, se ha puesto el foco sobre el sesgo androcéntrico de la actividad y los productos científicos. Dicha revisión crítica ha tenido como objeto predilecto la biología y las ciencias biomédicas y su logro más sustantivo es el hallazgo de un marcado sesgo androcéntrico en estas disciplinas. La primera idea que se va a defender en la ponencia es que sesgo androcéndrico se dice de al menos tres maneras: hay (i) una exclusión sociológica de las mujeres y las disidencias (menor participación en las esferas de poder académicas/científicas), (ii) una naturalización de dicha exclusión que apela a ciertas teorías sobre la constitución biológica diferencial de machos y hembras de nuestra especie y (iii) una exclusión de las mujeres y las disidencias como objeto de estudio (especialmente en las ciencias biomédicas y en el modelado animal).
Para mediados del siglo veinte se hizo claro que una práctica enfermera eficiente requería de un cuerpo de conocimiento que la sustente y aunque se reconoce que la enfermería integra conocimientos diversos como el biológico, el psicológico y la dimensión social del paciente, si la enfermería no tiene un cuerpo teórico propio, entonces no hay algo como conocimiento enfermero, lo que origina preguntas tan profundas que llegan hasta la raíz misma de la enfermería. Por ello las ideas filosóficas han sido parte substancial de la literatura del área a partir de los años cincuenta, aunque predominantemente en los setenta. Así la enfermería ha hecho uso recurrente de las filosofías de la ciencia tradicionales (el empirismo lógico o el hipotético-deductivismo de Popper), del enfoque de Kuhn o de alguna tradición por fuera de la filosofía analítica (la fenomenología u otra corriente interpretativista). Y si bien actualmente hay una búsqueda de respuestas en concepciones contemporáneas, la filosofía de la enfermería no ha “echado mano” aún de las concepciones desarrolladas en la filosofía especial de la ciencia, como la filosofía de la biología, que se encuentra tan de moda. Hecho que resulta curioso ya que, aún asumiendo que hay un cuerpo propio de conocimiento, los profesionales no usan las teorías de la enfermería para analizar las respuestas [clínicas] de sus pacientes, si no el conocimiento biológico, en las licenciaturas predominan las materias biológicas sobre el de otras ciencias y en general la investigación no se hace bajo un marco teórico enfermero, si no bajo alguno de las ciencias naturales. Entonces, ¿por qué la enfermería no ha mirado el instrumental analítico desarrollo por la filosofía de la biología? Con el objetivo de efectuar un aporte al análisis del estatus disciplinar de la enfermería, pondremos a prueba en este trabajo al menos dos hipótesis que dan cuenta de ésta singularidad. La primera es que, el no mirar el instrumental aportado por la filosofía de la biología, responde a la necesidad de independencia de la enfermería respecto a la medicina, de allí que la enfermería (teórica) se entienda a si misma como una ciencia social. La segunda es que las unidades de ciencias propiamente enfermeras son más parecidas a las unidades de ciencia tecnológicas que a las de las ciencias básicas, como la biología. Ahora bien, más allá de lo filosóficamente interesante y relevante de esta cuestión, lo cierto es que en muchos casos lo que se pone en tela de juicio es la cientificidad de la práctica enfermera. La visión de la disciplina como una mera profesión subsidiaria de la medicina lleva en muchos casos a la subestimación de su estatus epistemológico y académico, lo que se traduce en presupuestos acotados para su desarrollo, de allí la pertinencia del caso y la necesidad de su estudio.
En esta presentación caracterizaré brevemente las aproximaciones darwinistas a la conducta y mente humanas, especialmente la psicología evolucionista, y analizaré las principales críticas que dichas aproximaciones han recibido (reduccionismo, determinismo y sesgo ideológico). Pondré en discusión algunos de los supuestos en que se basan estas principales críticas y argumentaré que las mismas no son aplicables a la psicología evolucionista en tanto programa de investigación. No buscaré defender ninguna hipótesis específica de la psicología evolucionista sino más bien defender la legitimidad de dicho enfoque. A partir de estos análisis concluiré que no se puede sostener a priori que el enfoque darwiniano no sea aplicable a la mente y conducta humanas. Finalmente, discutiré algunas implicancias educativas de estos debates.